No es demasiado temprano
ni demasiado tarde,
no es un día lluvioso
ni una jornada calurosa,
es lo mismo siempre
y siempre el mismo montón
de escombros.
Sobre él juega con un palo
un anciano como si fuera un niño
o un insecto que escapa
de otro insecto.
Nadie se atreve a pronunciar
las palabras exactas.
Es lo que sucede
cuando solo hay identidad.
Es lo mismo siempre,
y por eso
nadie sabe quién juega
sobre la escombrera:
un insecto,
un anciano,
un niño
o un animal herido
que escapa de sí mismo.
Por eso no son necesarias
las palabras.
La escombrera las alcanza
a todas
para disolverlas
como un azucarillo
en el café.
No hay comentarios:
Publicar un comentario