viernes, 14 de marzo de 2014

Desayuno con azúcar



No es demasiado temprano

ni demasiado tarde,

no es un día lluvioso

ni una jornada calurosa,


es lo mismo siempre

y siempre el mismo montón

de escombros.


Sobre él juega con un palo

un anciano como si fuera un niño

o un insecto que escapa

de otro insecto.


Nadie se atreve a pronunciar

las palabras exactas.


Es lo que sucede

cuando solo hay identidad.


Es lo mismo siempre,

y por eso

nadie sabe quién juega

sobre la escombrera:


un insecto,

un anciano,

un niño


o un animal herido

que escapa de sí mismo.


Por eso no son necesarias

las palabras.


La escombrera las alcanza

a todas

para disolverlas


como un azucarillo

en el café.




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