Un hombre con la camisa abierta
monta guardia sobre un montón de
ceniza
y ahuyenta a los pájaros
que vienen a comer sobre sus pies
-húmedos y encharcados en el barro-.
Es lo mismo que hoy sea
el día con el que se inicia
la primavera
o el primer día de invierno
cargado de lluvias frías.
Arroja un palo de hierro
sobre una montaña de chatarra
y ve en ella un Nanga Parbat nevado
o un hito en la siniestra escombrera
de los actos humanos.
Con dolorosa certeza
comprende que ha encontrado
una tumba para sus pájaros
hambrientos.
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