martes, 25 de febrero de 2014

Mercado


En el mercado,

o bajo el duro asfalto,

la piel erizada de un mendigo

de labios brillantes

y morados.


Como la fruta que se vende

enfrente suyo.


La palabra es solo excepción

entre los actos de los hombres

y de las mujeres,

la estancia de reposo

que permite sanar

los músculos cansados.


Pero tampoco es siempre

sinónimo de hogar.


Este mendigo no quiere

palabra alguna


-menos aún la de aquellos

que pontifican desde parlamentos

u otros templos indignos-


sino aquella fruta morada

que pide una comunión

exacta con sus labios.


La palabra es excepción,

deberíais saberlo.


Lo necesario visita

-casi siempre-


mercados silenciosos.




lunes, 24 de febrero de 2014

Niebla



Ver es difícil

-decía Wittgenstein en alguna parte,
quizá-

pero ver en la niebla

es aún más difícil.


El sueño de la noche apaga

el vértigo


hasta que penetra

la luz del nuevo día.


Lo malo de la niebla

no es la incapacidad para ver

-lo que llamamos la ceguera-


pues todavía está por demostrar

la existencia de hombres lúcidos.


Lo malo de la niebla

es no poder hablar

-las manos atadas con cuerdas

o selladas con postigos,

la lengua helada como un hierro-


y esperar el gesto

que nos salve


o al menos nos lleve

hacia nosotros mismos,


en un idioma

que no pueda hablar


el frío.



martes, 18 de febrero de 2014

Ápeiron



Aún es posible ocultarse

en los oscuros fiordos

de Noruega


-uno levanta su casa de madera

entre una roca y otra

y se halla protegido-


aún en las cumbres solitarias

y nevadas

hay espacio para el silencio

y la paz.


Eso no sucede

con las llanuras que no conocen

horizontes,

que invocan la muerte

de forma prematura.


A los griegos no les gustaba

lo que carecía de límites

-a pesar de Anaximandro-


y sin embargo muchos,

casi todos,


habitamos

en casas sin verjas,


en barracas sin techo

y desnudas,


como si el frío glacial

no pudiera matarnos.


Pero lo hace.


Nos mata y por eso podemos

hablar la vida.


Tres de la mañana.


Un viento helado roza la ventana.


Afuera no hay luz.


La noche penetra mejor


allí donde no hay límites.



jueves, 13 de febrero de 2014

El paso Dyatlov



Nadie sabe lo que pudo suceder


pero todo el mundo vio una luz naranja

sobre los bosques del Ural


jóvenes que luchaban

contra las fuerzas naturales

como el proletario o el soldado

luchan sin fatiga

contra el enemigo.


La nieve descendía entonces

de otra forma

-había cansancio bajo los párpados-


pero era el fuego

quien dominaba a la materia.


Veo esas frentes límpidas


cráneos de granito pulidos

en la dulzura juvenil


como Heracles en lucha

con los leones


o en su viaje a la India.


Pero algo sucedió

-algo que asombra los oídos

y que hace temblar a las piedras-


No olvidaremos sus nombres

- Dyatlov, Kolmogorova,

Zolotariev-


un antiguo cirílico

brilla todavía en la nieve

como una piedra orgullosa


y todos los días

en la oscura noche del Ural


parten hacia el cielo


las cenizas inmortales

de Yuri Gagarin.



lunes, 10 de febrero de 2014

Recuerdos infantiles



No mucho más que unos ojos

cansados


Nada de esa elocuencia poética

que exigen los creadores

de la alta literatura.


solo un arco de piedra


y un hombre ebrio y vacío

con las manos sobre el asfalto.


Ahí tienes todo tu orgullo

y tu ruina.


No lo diría ese niño rencoroso

que te acusa


desde el agrietado marco


de su foto.



Instantánea de un borracho



Con inocencia casi ciega

el hombre ebrio golpea su botella

contra el caos de alambres

y rendijas

abandonadas por la lluvia


mas sigue caminando


quién sabe si alguna luz brilla

en su cabeza

-helada-


o es solo la honda y turbia

mirada


del que conoce demasiadas cosas

-y demasiado incomprensibles-


gira una esquina más


como si fuera a dar con el Olimpo


en su lugar se estrella

heroicamente contra una farola


y se rinde con devoción


ante el fraternal abrazo

del asfalto







sábado, 8 de febrero de 2014

Prometeo



No es posible imaginar

a Prometeo en el Cáucaso


-un águila que devora

sin cesar un hígado

y un hombre devorado

sin cesar-


no es posible imaginar

la llaga perpetua


-cosa que no conocen siquiera

las piedras,

los animales que mueren

por la sed

bajo la luz del desierto-


la vida solo es posible

más acá de los páramos


y de la nieve


más allá del Cáucaso


Dejemos que Prometeo

siga devorado por su águila


pero solo

en su crátera griega

e inmortal.






domingo, 2 de febrero de 2014

Casi muerte



Concedamos una pequeña existencia

a lo no vivo,

-como quería Platón,
quizá-

a las cosas que se arrastran

queriendo parecer algo menos negro

que la muerte


-las avenidas vacías

de un villorrio manchego

o la tundra hispánica

de Calatrava-


porque también nosotros

hace tiempo que perdimos

la capacidad para simular

la vida.


La vida

-cosa extraña-

¿A quién le importa?

¿Quién puede pensarla?

¿Qué obtendría con ello?


Nunca podemos confesarlo,

pero todos

-todos-

hace ya tiempo que elegimos.


Un vapor helado

desciende sobre un páramo

de cables y chatarra.



Es la nieve.

Paisaje castellano-manchego

Novatos del ser


quién sabe en qué viejo antro

terminaremos nuestros días,

bajo qué hábitos,

bajo qué reglas y consignas


Un viejo neumático se rinde

en medio de la estepa castellana.


Bajo un tractor acampa

un mendigo,

o un loco,

o una piedra.


La estabilidad iguala.

El ser anula toda diferencia.


Un cielo plomizo

nos sepulta


con la ligereza de un ave.