miércoles, 17 de agosto de 2016

Mecanismos de escritura


Abro la libreta e intento escribir. Es imposible para mí comenzar a escribir sin dar cuenta del carácter contradictorio de la escritura, sobre todo allí donde se trata de organizar, aclarar o dar cuenta de los propios pensamientos y de quien los expresa. En el acto de la escritura comienza a existir verdaderamente- y no antes- el sujeto de la escritura; lo que ha de expresarse ahí como esencia previa a su manifestación en el papel es algo distinto del yo que comienza a tomar parte en su propio destino a partir de su desarrollo plasmado en el papel. Dicho de otra forma, o visto desde otra perspectiva, un pensamiento no existe previamente a su desarrollo expositivo; la aparición de los problemas, el rumbo o las consecuencias del desarrollo determinado de una idea, encuentran sus limitaciones, sus posibilidades y su forma en la exposición y solo en la exposición.

Sería extraño afirmar que el David de Miguel Ángel ya se halla in nuce en el mármol o en la piedra; más bien, es en el trabajo y en su sometimiento a los rigores y exigencias que el trabajo con la piedra impone al artista, que surge o se forma la escultura concreta. Esto es ajeno a la intuición inmediata según la cual el artista concibe su idea y luego la plasma en la materia. No se trata en todo caso de la idea hegeliana según la cual el desarrollo de la Idea es mera exposición suya, sino que es el conflicto en el desarrollo el que determina las exigencias que luego llevarán a la culminación de la idea. Sobre todo en el ámbito del género literario que conocemos como 'diario', esta es una evidencia fácilmente experimentable. La falta de concordancia entre el cómputo total de los días vividos por el escritor y los días en los que el escritor ha decidido dar cuenta de ellos en su cuaderno, conforma un yo dividido, formado primero por el yo que emerge en su exposición material, o en su reflejo en la escritura, y el yo vivo exterior a la escritura. Sin duda, esta ausencia de concordancia explica también la posibilidad del arte en general, de otro modo éste se disolvería en la experiencia de la vida cotidiana. A través de la exposición de un pensamiento, llegamos a otros nudos o caminos de los que no éramos conscientes y que solo han surgido en la actividad propia que constituye la exposición consciente. 

Comencé este texto con la intención de dar cuenta simplemente de mi día y escribir una nota al respecto. Mas la exposición de una idea simple me ha llevado a un territorio del que no era consciente antes de tomar el lapicero. Tal el misterio, paradoja y dialéctica de la escritura, a saber: que ella solo se revela en el proceso de su actividad, en el trabajo y lucha con su propio desarrollo y con lo que determina este desarrollo...



jueves, 7 de abril de 2016

Curvar el plano de inmanencia


Desde Nietzsche y Marx, vivimos en territorio desconocido. Como Alejandro al abandonar su tierra natal, y por fin cruzar el Hindu Kush para aterrizar en ese espantoso, extraño e inaudito país llamado India, lleno de animales imposibles y tormentas terroríficas, nosotros navegamos en ese mar de la post-modernidad sin las herramientas que nos servían en el antiguo mundo: Dios, la trascendencia, el sentido de lo objetivo, son ahora reliquias interesantes para los museos de la inteligencia, pero instrumentos inútiles en el océano de lo nuevo. Toda superación de lo dado tiene selladas las puertas del cielo y de los dioses; en el plano monótono del devenir, solo podemos imaginar potencias creadoras en su seno; toda fuerza trascendente debe limitarse ahora a trabajar en su interior. Queda curvar el espacio de lo inmanente, extender y hacer cada vez más grande, más espacioso y más habitable, el plano irrebasable de inmanencia.


jueves, 31 de marzo de 2016

Hacia el último sepulcro

La estación X-27- cercana a Próxima Centauri- navega a la deriva a través del espacio interestelar. A dos años luz, la máquina de abasto nuclear T-80, último criadero de la especie humana, comienza también a mostrar fallos preocupantes. 'Hemos escapado al destino fatal'- dijo una vez el antepasado terrestre, pletórico de energía y éxtasis- pero, doce mil años más tarde, el destino fatal ha encontrado de nuevo a sus descendientes, aunque fuera del planeta que les dio la vida. En estos doce mil años, han sido muchos los Ícaros, los Prometeos y los Odiseos que han descubierto nuevas estrellas, luchado contra tormentas interestelares, meteoritos asesinos y otros peligros cósmicos. Pero sus descubrimientos no han traído con ello el olor a la vida, sino solo rastros inertes que despliegan su materia inconsciente a lo largo y ancho de la eternidad. El destino ya alcanzó de hecho al ser humano doce mil años antes- ellos no lo saben todavía, quizá no lo sepan jamás- cuando aún vivía sobre la tierra. La larga pero estéril travesía a través de los eones intergalácticos no ha supuesto ninguna salvación, sino tan solo una prórroga a manera de purgatorio cósmico. La estación X-27, última esperanza de reproducción, es absorbida finalmente por una órbita y desaparece en mil pedazos. La máquina de abasto se pudre poco a poco y se pierde silenciosamente en el enjambre estelar. Ni un alma será testigo de este silencio, tan definitivo para la raza humana como frívolo para sus vecinos de hidrógeno y helio. Nadie asistirá a este funeral galáctico, ni tan siquiera los dioses o sus angelicales sirvientes.


lunes, 28 de marzo de 2016

La mesa del cirujano


Ante la mesa del cirujano, descansa el cuerpo ahora sumido en óxido nitroso. Para que el cirujano pueda operar, se exige como es natural la presencia del cuerpo al que se le va a realizar la intervención. El paso de un estado a otro- se puede imaginar la transformación del agua en hielo, o del agua en vapor- no niega sin embargo la quididad, la realidad de lo ente antes de su transformación: el cuerpo sedado delante del cirujano es una realidad patente, en concreto es la realidad dada antes de su proceso de transformación- de intervención activa por parte del médico-. Así podemos entender qué significa la investigación de la verdad por parte del científico o el filósofo solitario cuando conciben su propia búsqueda como la búsqueda de una entidad objetiva más allá -o más acá- de la acción humana; esa búsqueda está dirigida a examinar la superficie del cuerpo dormido de la realidad, mas nunca a transformar – como sí sucede en el trabajo del cirujano- la esencia de esa realidad, de ese cuerpo. La presencia del cirujano lo transforma todo: él mismo es ya un elemento de distorsión en el equilibrio de la naturaleza, en lo que perteneciente a la naturaleza garantiza la identidad de una realidad; al intervenir sobre lo real, multiplica los estados y procesos de lo real, adelantando sus devenires naturales o mitigando sus fuerzas interiores: como en la refracción de la luz, el rayo simple y unívoco deviene en mil pedazos de distinto color, en mil trayectorias de pronto abiertas ante lo que era sólido como una piedra. El cirujano, el agente activo involucrado en la investigación y transformación de lo real dado, es un multiplicador de lo ente, un prisma a través del cual la materia adquiere nuevas propiedades, nuevas refracciones, inéditas perspectivas y nuevos futuribles. En todo ello no se niega la realidad como algo dado y ante lo que cabe tomar nota- todo lo contrario-; es preciso atender a esa presencia y a sus signos más inmediatos y más profundos para realizar la incisión correcta; la realidad absoluta del cuerpo dado es también la que garantiza sus múltiples y futuras transformaciones y sus posibilidades y sentidos. El cirujano sabio conoce esto, y por eso puede preveer algunos de sus éxitos. Pero toda intervención tiene sus riesgos; también el cuerpo puede sangrar y perder la vida. No se puede separar al cirujano del alquimista, del revolucionario, del argonauta, del buceador y del espíritu audaz: el contacto es posible, aunque no todo contacto garantice el encuentro de un camino feliz y superior.


sábado, 5 de marzo de 2016

Argonautas ( de 'Mythica lemniscata', vol I)


Un hilo muy fino une al marxista y al revolucionario con el filósofo; no sabemos si porque en todo filósofo hay oculto un revolucionario o porque el revolucionario debe postularse como filósofo si quiere dar sentido y dirección a su revolución. Pero sobre todo están unidos por fundar su tarea en torno a una resistencia, una bestia negra casi omnipotente- y aquí es el casi lo fundamental- en torno a la cual, como pájaros al acecho, se reúnen una y otra vez los discípulos de Platón y los de Marx; la importancia de esta bestia, de este insobornable obstáculo, es tal que define de hecho el espacio y el tiempo, la ética y la metafísica de las labores de estos discípulos; la tensión entre la resistencia y la fuerza que se le opone producen la identidad del filósofo y del revolucionario- en el filósofo, es la tensión hacia el concepto, hacia la Idea; en el revolucionario, la oposición permanente hacia la bestia negra del Capital, todopoderoso animal que ocupa casi todo el espacio existente y pensable. En el 'casi', en la miseria ontológica que, a la manera de residuo, deja la bestia Idea-Capital a su paso, se fraguan todas las estrategias, las artimañas, las tácticas, los repliegues, las teorías y la clase de conceptos que, como atizadores en la leña, harán saltar por los aires las entrañas de la Bestia; es un espacio muy pequeño, casi inexistente, y sin embargo de una importancia extrema: pues es en esa pequeña brecha donde tendrán que vivir el filósofo y el revolucionario. No hay otros campos de lucha, ni siquiera desde la potencia desnuda del concepto, que se puedan permitir estos excavadores insaciables de lo imposible en las entrañas de lo posible-pues no de otro lugar se puede extraer lo imposible-. Entre Platón y Marx, entre el fundador de la Idea-concepto y el iconoclasta filosófico, hay un vínculo oculto, una necesidad solo confesable a medias, cuando no negada. El filósofo del Bien ha de concebir toda una procesión de movimientos de la inteligencia que le lleven a la sagrada contemplación, percepción que no obstante no pertenece a los frutos de la vida- la muerte socrática como apertura a la verdad- sino al dominio del Inframundo; despedazado en dos por el problema del Uno- divina paradoja- y de su realización en el cuerpo mundano, el filósofo Platón introduce sus hilos de pesca en un océano del que ya no puede salir; la Bestia es más grande de lo que parecía. Con tanta fruición como desesperación, el estratega revolucionario compara y mide el tiempo real con el tiempo ideal, las coordenadas locales con las universales, a fin de dar la estocada en el lugar más débil de la Bestia; una y otra vez el perro infernal caerá bajo los estoques certeros del analista, pero una y otra vez este perro, transmutado, duplicado, resucitado en suma, reaparecerá exigiendo el poder que le corresponde; también el marxismo tendrá su hora negra y su 'Sofista'. Hay que regresar a los cuarteles de Invierno, comenzar de nuevo- en filosofía, como en la teoría de la revolución, siempre hay que comenzar de nuevo- y preparar la nueva estrategia. La sombra de la Bestia es alargada; el filósofo y el revolucionario -maldición escrita en fuego- siempre han vivido bajo ella. 


martes, 23 de febrero de 2016

Argonautas

'Mirábamos con desprecio los mil picachos, los diez mil ríos', dice en un poema el argonauta Mao-Tse Tung. Se trata de un ánimo increíble ante la agonía sin fin de la Larga Marcha: 'vencido el último desfiladero, sonreían los tres ejércitos'. El Helesponto o el nudo gordiano son solo trámites en el objetivo de aquellos empeñados en quebrar los límites de lo posible. Las cuerdas de la materia tiemblan en sus fundamentos cuando el atizador se blande con valentía sobre ellas. Es la sabiduría de Virgilio 'la fortuna favorece a los valientes', pero también la capacidad de ver lo oculto tras la niebla, la esencia bajo la engañosa rotundidad de la apariencia. 'Todo es caos bajo las estrellas; la situación es inmejorable', dice también Mao, hablando sin duda en su lenguaje marxista-leninista, pero en cuya prosa asoman también los destellos de una de las fuerzas más poderosas de la actividad humana: la capacidad de rebelarse contra lo dado, la intuición de que una más elaborada, perfecta y justa expresión de la materia aguarda bajo el velo del presente. Es el epos del que ni siquiera puede descolgarse un materialismo con implicaciones prácticas y emancipatorias; lo vemos tanto en el filósofo que lucha por desarmar los poderes de la muerte en su buhardilla solitaria –'la naturaleza debe quemarse como el áve fénix para aparecer como espíritu' (Hegel)-como en el marxista que se levanta contra los poderes demiúrgicos del Capital- ambas son luchas atravesadas por la lanza de lo que puede llamarse 'metafísico', si por tal entendemos una fuerza, una potencia, que trabaja por incrementar los poderes y virtudes de la materia-a fin de hacer visible lo invisible, vivo lo que de forma inmediata se nos aparece inerte, significativo lo que por sí solo está destinado al abismo del sinsentido y la locura: 'todo es caos bajo las estrellas, la situación es excelente'. Quien ahí habla no es solo un dirigente o un estratega, sino un lector de la materia, de sus duplicidades, riesgos, posibilidades, debilidades y fortalezas: un lector que quisiera realizar -a toda costa- su traducción más excelente.


sábado, 20 de febrero de 2016

Día de Muertos (fragmento)

'Mezcal', dijo el cónsul, pero en realidad, lo que el cónsul- y su demiurgo, Malcolm Lowry- querían pedir de verdad no era una copa, sino un pasaje a la verdad; a través de la transfusión alcohólica Lowry busca lo que también busca el chamán, el místico o el filósofo sincero; el mezcal y el whisky se convierten en piedras mágicas que facilitan el viaje, el Encuentro: aquí no hay enfermos alcohólicos, sino psiconautas, filósofos que utilizan la intoxicación como medio de alcanzar la verdad última de la materia y de la carne. A menudo, estos métodos son peligrosos, pues es precisa una sabiduría especial para poder dominarlos; el viaje puede ser como el de Ícaro, de un solo día, de una sola hora. El cónsul equivoca el destino y se pierde en este viaje, como tantos otros psiconautas; el descenso de Geoffrey desde la boca del volcán a su estómago es el resultado de la toma de un riesgo inevitable, que se halla siempre en la decisión de aquel que tiene contacto con los enteógenos. Quizá también la propia pérdida forme parte de la experiencia de la verdad, y quizá la vivencia pacífica sea un tránsito entre nieblas cuyo fin verdadero no sea otro que el del Infierno. Quién sabe en qué secuencia se administran, en los mundos psilocíbicos, las entidades benignas y malignas, los monstruos y los éxtasis, los orgasmos y los dolores infernales; desconociendo el Orden último de lo real, quedan nuestras vivencias tergiversadas, nuestras formas conscientes no siempre útiles para descifrar su lenguaje. Al lado del cadáver del cónsul, en en la barranca, alguien arroja un perro muerto. Quizá no sea otro que el mismísimo Cerbero.


miércoles, 27 de enero de 2016

Cuadratura del círculo

Son dos muchachos en la hora del recreo; uno de ellos amenaza al otro, lo hiere incluso. El más débil intenta huir, pero de nuevo su enemigo lo caza y lo somete a su propia concepción de la violencia. Esta escena se repite un día tras otro; a veces se trata de la sustracción del bocadillo, otras veces del agravio, el insulto o el abuso, casi siempre la humillación de la víctima inocente como elemento constante. Entonces llega un día que queda grabado en la memoria del hooligan: la víctima, desquiciada, lanza una amenaza que truena en el cielo, como una profecía apocalíptica: 'un día cogeré una escopeta y te mataré'. Al día siguiente se reactivan las palizas, las humillaciones, la persecución sin fin. Pero la época escolar se termina, se sucede la adolescencia, los devenires se bifurcan en mil laberintos traviesos e imposibles y todo aquello queda relegado al baúl de los recuerdos polvorientos. Muchos años después, casi una eternidad, vemos almorzando al hooligan en una pequeña terraza de un pueblo tranquilo. A su lado, sus dos hijas; enfrente, su mujer de cabellera rubia y senos prominentes. Es una tarde de verano soleada y radiante. Pero no por mucho tiempo; un nubarrón se interpone en la contemplación dominical regada por un poco de cerveza y marisco. Suena el gatillo. El metal se posa sobre la nuca como un hielo impasible. Luego vienen los gritos, la sangre, los niños aterrorizados huyendo hacia el vacío. La profecía se ha cumplido, han sonado las trompetas; el indomable devenir, una vez preso de sus propios delirios, curvas, imperfecciones y caprichos, retorna ahora con los rigores de la ley hacia su propio origen, hacia su propio destino: por fin el círculo se cierra.

martes, 19 de enero de 2016

Problema XXX- fragmento-


Nos reímos de los locos, de esos que dicen cosas tan incomprensibles como abominables- los juzgamos con conmiseración y, cuando en alguno de sus discursos dicen cosas disparatadas, nos reímos...pero cuánta síntesis desquiciada de la experiencia humana hay en esos gritos, en esas jaculatorias esquizofrénicas y desintegradas, cuánto de absorción del sentido humano hay en eso, lo podemos comprobar cuando se trata de locos formados y egregios. Entonces también comprendemos que en sus discursos quebrados hay sin embargo una gran energía, una gran confusión, como si se tratara del retorno a un big bang reprimido sobre el que se ha esculpido su ser- ahí no deberíamos reírnos, sino asombrarnos y ofrecer un mínimo respeto. Pues he ahí un ser que ha explotado, un conflicto demasiado pesado, demasiado doloroso, que ha dicho adiós a la coherencia del mundo para precipitarse sobre sí mismo; en el delirio escuchamos al alcohólico y al irredento, al hombre desesperado, invocar todos los ítems que alguna vez tuvieron sentido en su vida, que formaron los pilares en torno a los cuales rotaron, cual planetas, todos sus actos, sus perspectivas, sus pensamientos más profundos; esos ítems emergen ahora como la estatua de la libertad en El planeta de los simios, reivindicando que una vez hubo allí algo grande y digno de ser respetado, exigiendo su derecho a la memoria y a ser tomado en serio a pesar del caos reinante; por eso salen esas palabras ítem de los labios del ebrio, del loco, del desesperado, como plegarias y a la vez como aquello que quiere salvarse de la total destrucción, del total naufragio, de la noche interminable, para acaso, no solo salvarse a sí mismas, sino para salvar también al individuo que las dice, al sujeto náufrago en ese hundimiento, que sin duda parpadea, casi a punto de apagarse, en el último llamamiento a la palabra significativa, a la palabra madre, a la palabra salvadora.


Día de tregua

Érase una vez un hombre ebrio que vagaba por una ciudad llena de gente anónima y extraña. En un momento- quizá tras uno o dos vodkas, quizá en el medio de una tormenta que fraguaba la posterior resaca- entró en un confesionario. Habló con el sacerdote, comprendió que aquello era oscuro, que había algo malo en todo ello. Pero lo hizo. Materialista, ateo, este hombre ha de confesar su pecado más íntimo, la incapacidad de alcanzar la plenitud- el sacerdote tenía toda clase de respuestas ante esto, pero a nuestro ebrio materialista le bastó con dialogar sin necesidad de abominar del sacerdote. En esa ebriedad extraña, conciliadora, comprendió que lo interesante es que el marxista y el católico puedan hablar sin llegar a matarse- algo que quizá nunca pudo comprender en estado de sobriedad. Un extraño estado de sensatez y lucidez inundó su espíritu, en algún momento entre la primera cerveza y el último trago de vodka, en algún instante en el que una luz nunca presente pudo hacer su inverosímil acto de presencia, estimando como útil y valioso el hecho de que dos hombres tan distintos pudieran comunicarse y llegar a una tregua en común.


sábado, 9 de enero de 2016

Valéry o Rimbaud. El silencio como eje articulador de la palabra

Entre Paul Valéry, que debía escribir a diario, sin falta, en sus famosos Cahiers, y Rimbaud, que un día decidió no volver a escribir, debe haber un camino intermedio y transitable. No decir nunca nada más- porque la poesía se traslada a otro lugar, quizá a una actividad más relacionada con la vida, pues la poesía- como la materia- nunca se pierde cuando se trata de la actividad de un poeta, y decirlo todo, día tras día-aunque también se trate de un día insulso, vacío, como si las obras del espíritu- por llamarlo de alguna manera- no tuvieran sus necesarias transiciones, sus ángulos de reflexión y abandono, que posibilitan en realidad su continuación- entre estos dos métodos media un abismo. Es más fácil, sin embargo, imaginar el total silencio- por brusca desaparición de la potencia creativa, o porque, como Hofmannsthal, uno se ve incapacitado de pronto para poder decir algo con sentido- que la actividad creativa incesante a la que se le añade la capacidad de evitar la grafomanía, porque es difícil escribir en exceso y al mismo tiempo conservar el nivel y la exigencia de la escritura. Valéry es un maníaco del lenguaje, y aunque la ética del trabajo es importante, su seguimiento ortodoxo no garantiza la calidad de la obra. Porque no hay obra sin silencio, sin el 'trabajo de lo negativo', por utilizar la imaginería conceptual de Hegel. 'Forzar' la palabra, nada hay más peligroso para la salud de la palabra. No hay nada malo en el silencio. Bien sea como mediación, como momento de 'muerte' en el que reposa la palabra, bien sea como opción ética o estética- Wittgenstein- el silencio deberá siempre acompañarnos. Pues el silencio es el engranaje oculto de la palabra, su íntima e ineludible articulación.


sábado, 2 de enero de 2016

El viejo topo (de 'Prometeo en el sendero')

Nunca antes como ahora fue tan útil la imagen del topo de Marx, que excava en los subterráneos de la historia preparando el nuevo mundo que un día saldrá a la superficie. Pero ahora este topo debe vivir quizá más tiempo aún aquí abajo, en las catacumbas. Casi como los cristianos primitivos, o como los supervivientes de una catástrofe nuclear, los topos de hoy en día se ven obligados a abstenerse del virus que irradia en la superficie, manchándolo todo de muerte y desesperanza. Todos los proyectos han de llevarse aquí abajo, en condiciones terribles, en sótanos lóbregos y solitarios. Este topo ya lleva de hecho una nueva vida y, como en el mejor de los relatos dialécticos, es al mismo tiempo lo que quiere dejar de ser; una parte suya está contaminada por el contacto prolongado con la superficie; la otra no se deja seducir por el caos triunfante y persevera en lo que muchos otros, ya enfermos, consideran mezquino, loco o simplemente inútil. Esa inutilidad que persevera es el fuego de la historia sin embargo, la memoria de la humanidad y la memoria de una humanidad que no quiere resignarse a convertirse en su propio cadalso. Esta noche se encenderá de nuevo la hoguera en los subterráneos; la ceniza que los poderosos creen haber desterrado para siempre de su corrupto, contaminado mundo, conspira ahí abajo sin embargo, al calor de un bidón sobre el que se ha puesto un fuego. El topo saca sus planos, toma su lápiz y reparte un poco de embutido entre los suyos. La existencia real se niega a morir, se niega a fracasar.  (seguir leyendo en: http://www.amazon.es/Prometeo-sendero--fragmentos-estética-política--ebook/dp/B019RWVB4U/ref=sr_1_2?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1451737603&sr=1-2&keywords=david+carril