lunes, 28 de marzo de 2016

La mesa del cirujano


Ante la mesa del cirujano, descansa el cuerpo ahora sumido en óxido nitroso. Para que el cirujano pueda operar, se exige como es natural la presencia del cuerpo al que se le va a realizar la intervención. El paso de un estado a otro- se puede imaginar la transformación del agua en hielo, o del agua en vapor- no niega sin embargo la quididad, la realidad de lo ente antes de su transformación: el cuerpo sedado delante del cirujano es una realidad patente, en concreto es la realidad dada antes de su proceso de transformación- de intervención activa por parte del médico-. Así podemos entender qué significa la investigación de la verdad por parte del científico o el filósofo solitario cuando conciben su propia búsqueda como la búsqueda de una entidad objetiva más allá -o más acá- de la acción humana; esa búsqueda está dirigida a examinar la superficie del cuerpo dormido de la realidad, mas nunca a transformar – como sí sucede en el trabajo del cirujano- la esencia de esa realidad, de ese cuerpo. La presencia del cirujano lo transforma todo: él mismo es ya un elemento de distorsión en el equilibrio de la naturaleza, en lo que perteneciente a la naturaleza garantiza la identidad de una realidad; al intervenir sobre lo real, multiplica los estados y procesos de lo real, adelantando sus devenires naturales o mitigando sus fuerzas interiores: como en la refracción de la luz, el rayo simple y unívoco deviene en mil pedazos de distinto color, en mil trayectorias de pronto abiertas ante lo que era sólido como una piedra. El cirujano, el agente activo involucrado en la investigación y transformación de lo real dado, es un multiplicador de lo ente, un prisma a través del cual la materia adquiere nuevas propiedades, nuevas refracciones, inéditas perspectivas y nuevos futuribles. En todo ello no se niega la realidad como algo dado y ante lo que cabe tomar nota- todo lo contrario-; es preciso atender a esa presencia y a sus signos más inmediatos y más profundos para realizar la incisión correcta; la realidad absoluta del cuerpo dado es también la que garantiza sus múltiples y futuras transformaciones y sus posibilidades y sentidos. El cirujano sabio conoce esto, y por eso puede preveer algunos de sus éxitos. Pero toda intervención tiene sus riesgos; también el cuerpo puede sangrar y perder la vida. No se puede separar al cirujano del alquimista, del revolucionario, del argonauta, del buceador y del espíritu audaz: el contacto es posible, aunque no todo contacto garantice el encuentro de un camino feliz y superior.


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