miércoles, 30 de septiembre de 2015

teoría estética (fragmento)



Escribir. La fijación de un límite. La ruptura que se constituye como brecha en el vientre de la eternidad. La brecha cuya herida, cuya falta, es esa misma pertenencia a la totalidad que ya no puede nombrar. El origen material de la escritura se inscribe ya desde el principio como conflicto- como afirmación y como constatación del límite, como límite mismo y como voluntad de superación de todo límite- la escritura es ya desde el principio condena y voluntad de salvación.



La creencia en la literatura, en la posibilidad de la escritura- nos hace siempre sospechosos. Siempre hay un fondo que llenar, una herida que sanar, pero en esta herida siempre hay culpa- se sospecha que también la escritura es una muleta, una herramienta postiza, algo que oculta una falta cuya razón está en otro lugar; por eso la escritura antigua griega, carente de esta sospecha, ingenua y natural como la luz del día, no ha roto sus lazos con la oralidad, con la experiencia de lo público. La experiencia opuesta, la del oficinista escribiente- Kafka, Stevens, Pessoa- es siempre una experiencia solipsista, que convierte el efecto negativo de esa falta de cohesión y realidad social en arte- sublimación moderna, de cuya culpa estaba desprovisto el arte griego.



Hugo Ball, la descarnada confesión del espíritu vacilante que no cesa, que no sabe cesar y posarse sobre su objeto. ''No puedo encontrar equilibrio alguno entre el socialismo y el arte. ¿Dónde está el camino que une el sueño con la realidad y, además, el sueño más remoto con la realidad más banal? ¿Donde está el camino hacia una creatividad social de este arte en particular, una aplicación de sus principios que no sea más que un arte fabril? Mis estudios políticos y mis estudios artísticos parecen contradecirse entre sí y, sin embargo, no hago más que esforzarme el puente que los una”. Hugo Ball nunca pudo construir ese puente. Quizá Eisenstein intentó algo parecido. Su proyecto inacabado era una fusión entre Joyce y Marx. Pero de todos estos puentes hoy tenemos tan solo esbozos, restos, sueños resignados.



Producir el arte desde el lugar en el que el arte está ausente. Todo un reto.



Poe, Styron, Lowry, Blake, Baudelaire- la iluminación no es sino un método de trabajo, un algoritmo por el que se puede tomar parte, de la misma manera que podría abandonarse para tomar parte por otro. Cuando Styron o Lowry sacan su botella del armario y se ponen a escribir, hacen lo mismo- consciente o inconscientemente- que el científico cuando se coloca los guantes y enumera los tubos de ensayo sobre su mesa, a saber- ordenar su instrumental, con el que esperan obtener resultados interesantes. La mística es un ejercicio, como en los santos o los iluminados; para el escritor, apropiarse de las iluminaciones, los estados alterados de conciencia o las visiones especiales, puede constituir un programa de trabajo para su escritura, como para el químico pueda serlo la fusión de este ácido con aquel otro.




Una obra literaria que fuera como un paisaje. Desde el tren, sobre todo cuando atravesamos grandes distancias -y exceptuando aquellos grandes países en los que todo es desierto o todo es bosque- los paisajes ofrecen la variedad propia de todo lo existente; cuanto más lejos viajamos, más diverso es también el paisaje; largas cadenas de montañas durante unas horas, luego un pequeño bosque, una meseta sin árboles, un desierto...visto de manera global, el paisaje del mundo entero es lo más opuesto a una obra de arte; no hay en él un cinturón que lo sujete, un patrón al que deba someterse cada fragmento del paisaje. Es en esto lo opuesto a la obra de arte clásica, en la que cada miembro era preso de un orden superior; una obra literaria que fuera como una obra llena de paisajes- auténticos- disolvería este orden, nos entregaría al mismo tiempo una gran cadena de montañas nevadas seguida por grandes, lejanas carreteras sin un solo árbol, sin una sola indicación que nos pudiera guiar en medio del camino. Y luego, quizá, un viejo motel de carretera nos diera la bienvenida a un nuevo lugar en el que- ahora sí- de pronto surgiera lo humano, lo vivo, lo amable...y entonces aquel desierto habría desaparecido para siempre de nuestros ojos y nuestra memoria.



El artista es un formador, un manipulador de la materia; el artista como político -Lenin- tiene como masa el material humano; de la misma manera que el artista ha de matar en la materia que trabaja las formas que no son bellas, al pulir y elevar a figura lo amorfo por principio, así el artista qua político trabaja la forma humana y con ella mutila, asesina, mata, las fuerzas que se oponen a la forma. El asesinato político y las vilezas de los revolucionarios no son una amarga excepción, sino que forman parte de las lógicas del hombre prometeico.




La obsesión por el “sistema” atacó incluso a Leopardi. Lo que demuestra que el sistema no es el reflejo de una realidad que exhibe una forma sistemática, sino una proyección de la volición del autor por construir un edificio en el que la razón se complazca.




Schönberg - y su ideal del “artesano”. Una labor cotidiana nos salva de la tiranía de las iluminaciones poéticas. El artesano ya sabe lo que va a encontrarse el día siguiente. El genio depende de los caprichos de los dioses.




Detrás del que afirma con la seguridad de una lápida, se genera un profundo estruendo. "El discurso largo y detallado es banal; el lapidario, irresponsable. Es difícil encontrar el justo medio donde anidarse", dice Canetti. Detrás de esta aparente, ligera reflexión, se halla un dilema tremendo, profundo: la elección del discurso. Una elección que ha de realizar el escribiente, pero que depende de su mundo, de su esfera de cosas, de símbolos, de coyunturas, de oportunidades. El fragmento fue el discurso del XIX, lo mismo que el ensayo lo fue del XVIII. No es cuestión sin importancia. Quizá el siglo XXI no haya encontrado todavía su 'género'- eso significaría que no ha encontrado todavía el universo simbólico en el que reproducir su experiencia de la realidad.




Todo arte tiene su origen en la frustración del artista por dominar un arte anterior que le ha sido negado.




La desesperación del artista proviene del conocimiento de su obra- el sacrificio de la verdad para lograr la forma y la mutilación de la diversidad para lograr la obra-.




Axioma universal para la escuela de los artistas: la rebeldía es la madre de la belleza.




El peligro de las palabras reside en que pueden servir para hacer parecer algo ingrato como divino y para rebajar lo sagrado a lo meramente humano.




Que las operaciones de la inteligencia teórica han sido históricamente operaciones artísticas, trabajadoras de la forma, lo testimonia no solo la filosofía idealista de Platón, sino también los esfuerzos invertidos a través de los siglos por los astrónomos en conservar un movimiento especial para los astros, una perfección matemática de los cielos. Este esfuerzo logra su síntesis en Kepler, para quien la relación entre las órbitas de los planetas describía proporciones relativas a los sólidos geométricos. No es puro capricho; la inteligencia siempre ha poseído un carácter artístico que incluso en su aplicación más árida, las matemáticas o la ciencia, ha exigido su lugar, su espacio- habitualmente, el trono del sistema-. Pero la forma ha sido derrotada por la historia. Los cielos de hoy en día hubieran supuesto una aberración insoportable para Aristóteles. La forma ha desaparecido en el ápeiron obsceno de un universo sin final. La generación y corrupción de las estrellas hubiera arruinado los estándares estéticos y metafísicos de los antiguos griegos. Ya no hay forma en el universo que lo salve de su Abgrund- los astrónomos han desterrado a los poetas de la República matemática Ideal.




De la obsesión estéril extraer el fruto vigoroso- una tarea tan difícil como enloquecedora, pero que plantea si otras tareas menores podrían tener sentido comparada con aquella- solo merece la pena intentar....lo que es tan grande como imposible.