sábado, 3 de mayo de 2014

Vórtice



Científicos de la materia inanimada
-estos ancianos de tez joven
que se ahogan día tras día en el mismo vaso
el mismo lugar en la taberna
enmohecido por el peso de los periódicos
viejos y las fotos de los santos

como si un antiguo diluvio universal
hubiera inundado cada rostro de este sitio
cada corazón abierto en vainas de madera
húmeda y olor a buhardillas cerradas
durante décadas completas

otro que enhebra su cigarrillo
con actitud de cazador
-pero qué podría cazarse aquí
sino sombras o reflejos de luz
flexionados por las piedras-
y mira perturbado el vaso de vino
otro océano que amargará su vientre
pero sin duda lo único que se puede
hacer aquí

eso y esperar el nuevo féretro
que ya descansa en el altar
y es honrado por mujeres jóvenes
vestidas como para una fiesta
-aquí es lo mismo
el funeral y el día festivo-

pues es lo mismo
aquello con lo que se riega
el corazón

lo mismo la mirada turbia
y sin objeto
que se posa sobre la mosca
aburrida

lo mismo el viejo
que no quiere reconocer
su senectud
y lo mismo el joven
que ya es demasiado viejo
como para reconocerlo

incluso ahora cuando
se honran estatuas y se celebran
los frutos brillantes del olivo
y la vid

algo se detiene
y entonces parece que hemos
alcanzado
el límite exterior del tiempo

en el último trago
del muchacho cansado

se pliega sobre sí
el día que muere

para cerrar de nuevo


el círculo.


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