lunes, 14 de abril de 2014

Hurdes


 Cómo había sido atravesado
ese rostro por el trigo
-no lo sé, tampoco sé de donde
salían aquellos rostros de caoba
como tallados en algún rincón
del África profunda-

pero lo cierto es que allí
la piedra y el sol inmisericorde
habían hecho un duro trabajo

y aquel joven parecía un minero
anciano o un hombre extraviado
durante años en el desierto

ahora traía con él no solo
el duro ardor de los días
y el cansancio de los párpados

sino también el fruto
de un conocimiento negro
y abrasado

que rodeaba unos ojos azules
-lagos perdidos
y cubiertos por un lenguaje
que ni tú ni yo podríamos comprender

como chispas espontáneas
sobre un arbusto
que solo tienen su explicación
en el milagro.



No hay comentarios:

Publicar un comentario