Con inocencia casi ciega
el hombre ebrio golpea su botella
contra el caos de alambres
y rendijas
abandonadas por la lluvia
mas sigue caminando
quién sabe si alguna luz brilla
en su cabeza
-helada-
o es solo la honda y turbia
mirada
del que conoce demasiadas cosas
-y demasiado incomprensibles-
gira una esquina más
como si fuera a dar con el Olimpo
en su lugar se estrella
heroicamente contra una farola
y se rinde con devoción
ante el fraternal abrazo
del asfalto
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