Concedamos una pequeña existencia
a lo no vivo,
-como quería Platón,
quizá-
a las cosas que se arrastran
queriendo parecer algo menos negro
que la muerte
-las avenidas vacías
de un villorrio manchego
o la tundra hispánica
de Calatrava-
porque también nosotros
hace tiempo que perdimos
la capacidad para simular
la vida.
La vida
-cosa extraña-
¿A quién le importa?
¿Quién puede pensarla?
¿Qué obtendría con ello?
Nunca podemos confesarlo,
pero todos
-todos-
hace ya tiempo que elegimos.
Un vapor helado
desciende sobre un páramo
de cables y chatarra.
Es la nieve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario