[-1163,
1163]
La
muerte- un asunto de duelo, no un asunto de reflexión.
[-1164,
1164]
Desbrozar
y dividir los factores a explicar en sus mínimos posibles- ir hasta
el fondo, en el sentido de reducir y simplificar las fuerzas
implicadas en cada caso. Un método familiar a los mecanicistas
franceses, que acostumbrados a la simplicidad, incluso vieron
como un oscuro objeto metafísico las fuerzas a distancia
newtonianas. Aplicar el mismo método a todo lo que pueda ser objeto
de reflexión- la comunicación humana, la política, la moral- y
sobretodo saber diferenciar aquello que es objeto de reflexión y
aquello que, a causa de su naturaleza particular, resuelve su
inteligencia en relación con otras cualidades- afectos,
actitudes, pasiones, etc-.
[-1165,
1165]
Alguien
que no solo apenado por la muerte de un ser querido, sino que,
intentando razonar acerca de la intensidad de la pena, deduce
que ésta representa un injerto antinatural en la condición humana.
Su conclusión es clara: la muerte es algo ajeno a la naturaleza
humana, por tanto, la muerte no es nuestro destino real. Vivimos para
la vida eterna- siguiendo a Schelling, solo la vida eterna es vida- y
esto aplaca y sobre todo, hace comprensible la intensidad de
aquella pena. Con ello, se olvida que la muerte no es un asunto de la
inteligencia, sino de los afectos- y que abordar este fenómeno a
través de la pura inteligencia solo produce teorías metafísicas y
ultramundanas como justificación de las pasiones. Es por eso que
Feuerbach se equivocaba groseramente cuando decía que la religión
era un invento de la pasión. La religión es un invento de la razón
por hacer aceptable para sí la intensidad sobrenatural de la
pasión.
[-1166,
1166]
Nada
más ajeno a toda complicación religiosa o teológica que un
programa de clarificación de los conceptos. Es por eso que un
espíritu religioso como Wittgenstein tuvo que abrir un precipicio
entre un terreno y otro. Pues nada ama más el espíritu religioso
que la complicación de la inteligencia en los fenómenos
humanos.
[-1167,
1167]
Para
Hegel, el [futuro] amo es aquel que desprecia su vida arriesgándola,
o que por haber arriesgado su vida ha logrado superar precisamente el
miedo a la muerte. La superación de ese miedo es precisamente lo que
garantiza el poder y la libertad; la conservación de ese miedo es lo
que genera el comportamiento religioso. Pero como el comportamiento
religioso incluye la aceptación de un mal sobrenatural que
nos aflige, el comportamiento religioso es por esencia un
comportamiento esclavo.
[-1168,
1168]
No
hay Dios una vez que la muerte ha dejado de causar pavor al
corazón.
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